3. Zyra


— Sí, así, bebe un poco más — La voz que escucho es dulce y tranquila, me serena. Es la de una chica joven, tal vez de la misma edad que yo o un poco mayor. Tengo un trapo mojado con agua en la boca, al parecer no podía hacerme beber de un vaso, así que lo ha hecho de esta manera.
Aprieto con fuerza los parpados antes de abrir los ojos de nuevo y me pregunto cuanto rato llevaré inconsciente. Lo primero que veo es a la chica, que tiene un deje de preocupación en su rostro. Cuando nota que la estoy mirando sonríe un poco.
— Me alegro de que hayas despertado — dice, y aparta el pañuelo para ofrecerme el vaso de agua. Yo lo cojo y bebo deprisa y con muchas ganas. La chica se aparta de mi y me sonríe, abiertamente esta vez. Yo no se que hacer, ella está siendo muy amable conmigo cuando apenas me conoce. Siento que tendría que darle las gracias, mas las palabras no me salen.
Observo lo que hay a mi alrededor con avidez y no tardo mucho en darme cuenta de que eso no es una cabaña de madera, o si más no, su interior no lo parece. Me encuentro en una habitación bastante espaciosa, con otra cama de sabanas blancas e impolutas, al igual que la mía, que me recuerdan un poco a un hospital, mas son lo único. Las paredes, en contraste son azules y plantas y flores magistralmente pintadas parecen trepar por ellas. El armario naranja también tiene las puertas decoradas, con pegatinas de pájaros, al igual que las mesillas de noche. Encima de la otra cama hay dos estantes con varios objetos que no consigo distinguir, y supongo que encima de mi cabeza también. Delante de las dos camas hay una enorme pantalla, quizás de unas ochenta pulgadas, justo al lado de la puerta de madera, que está cerrada.
Intento incorporarme mas la chica me lo impide.
— Debes descansar. — me dice. Se ha vuelto a acercar a mi y puedo observar sus fracciones con detalle. Tiene el cabello negro como la noche y los ojos claros como el agua más cristalina. Su piel también es marrón como la del chico que me trajo aquí, por lo que sus ojos son chocantes en comparación.
Me gustaría ver que aspecto ofrezco, aunque me lo puedo imaginar. Una chica bajita con la piel entre morena y roja, los ojos muertos y vestida con un pijama. No quiero imaginar como estará mi cabello, que necesita que lo peine cinco veces al día para lucir mínimamente presentable. En un principio era negro como el de la chica, pero lo he llevado rubio, castaño, pelirrojo rojo y pelirrojo naranja, así que ahora que el tinte empieza a bajar es una mezcla extraña de todos esos colores.
— ¿Quieres comer algo? — cuando esas palabras abandonan su boca recuerdo que fue el hambre lo que me llevo a este estado y asiento repetidamente con la cabeza. Ella sale por la puerta y la cierra de nuevo tras suyo, por lo que no puedo ver ni por un segundo que es lo que hay fuera. Vuelve a los pocos minutos con un plato de macarrones con queso y un tenedor. Río al notar lo normal que parece todo.
 — Yo también voy a comer. Si quieres, me llamas y te doy más. Soy Zyra. — dicho eso abandona de nuevo la habitación y no vuelve hasta al cabo de media hora. Le señalo el plato vacío tímidamente y ella entiende que quiero más.
— ¿No puedes hablar? — me pregunta. Yo me encojo de hombros. Me he vuelto a llenar el vaso con una botella que había en el suelo, a mi lado, y ya he bebido tres vasos, mas aún me noto la garganta un tanto seca. — Pero me entiendes cuando hablo, ¿no? — Inquiere, y yo asiento con la cabeza. Zyra suspira y va a buscar más macarrones para mi. Me pregunto cómo le podré pagas su hospitalidad, ya que no tengo nada, solo un pijama roñoso y...¿ya está? Cuando vuelva a casa — si es que vuelvo — podría intentar enviarle algo, pero aún así...
Hasta dos horas después de devorar mi tercer plato no intento hablar. La verdad es que siento que he perdido la practica, desde que grité cuando caíamos al agua no he vuelto a abrir la boca, y ahora sí que no se cuantos días han pasado, ni desde que desperté allí, ni desde que me desmayé hasta ahora. Zyra intenta entablar una conversación conmigo de nuevo.
— Y bien, ¿puedes decirme algo de ti? No se, tu nombre, tu edad...
— Me llamo Susan, pero puedes llamarme Sus, y tengo 17 años. — Hasta yo me sorprendo al escucharme hablar, he tardado poco a desacostumbrarme al sonido de mi voz.
— Vaya, parece que si que tienes voz. — Se ríe alegremente y es una risa contagiosa, a los pocos segundos estoy igual que ella. Descubro que ella tiene 19 años y que vive sola. No me atrevo a preguntar para quien es la otra cama, no quiero meterme en asuntos. Tampoco le hablo de como llegué allí ni de todas las cosas extrañas que me han ocurrido, no quiero que me tome por loca. Hasta que no llevamos un buen rato hablando no me atrevo a hacerle la primera de las preguntas que ronda sin cesar por mi cabeza.
— ¿Dónde estamos? — Ella me mira extrañada y se vuelve a reír.
— Pues en la ciudad, ¿dónde más vamos a estar? — Me contesta, como si fuese lo más obvio del mundo.
— ¿La ciudad? ¿Qué ciudad? Solo recuerdo son tres casas y mucha arena... — Me mira, esta vez realmente muy extrañada, pero también veo preocupación en sus ojos. ¿Habré dicho algo raro?
— Solo hay una ciudad. Esta. Y no hay mucha arena por aquí. ¿Tienes más hambre? ¿Sed? — Se nota que quiere cambiar de tema rápidamente. No se que hacer, podría abordarla pero algo me dice que seguirá evadiendo mis preguntas al respecto.
— ¿Cómo llegué aquí? A tu casa, me refiero. — Prefiero preguntar otra cosa, dejando de banda el lugar donde nos hallamos.
— Oh, es verdad. Mi hermano te encontró. Dice que parecía que te habías escapado de un centro. No podía tenerte en su piso, pero me pidió si podía cuidar de ti. Debí llamarlo cuando despertaste. — Y dicho eso sale de la habitación de nuevo y la escucho hablar por teléfono.
Cuando regresa se estira en la otra cama, se disculpa diciendo que está muy cansada y me da unos auriculares que al parecer van sin cable y el mando de la enorme televisión. La enciendo y observo que el control no es muy distinto al de una televisión normal, pero la programación es extraordinaria. Hay varios canales, donde dan programas muy variados en directo, otros donde dan series y películas, incluso hay canales solo infantiles. Hasta aquí todo muy normal. Hay una gran multitud de series y películas que elegir para ver cuando tu quieras, también bastante normal. Lo extraordinario llega cuando te encuentras con un tercer menú. Puedes elegir la temática, los actores e incluso la banda sonora y los diálogos clave para crear una película a tu medida, que en seguida está hecha. Tardo bastante en decidirme, no reconozco ninguna canción, tampoco ningún actor.
La película tarda quince minutos en hacerse y dura una hora y media. He pedido una comedia realista, pero parece que aquí lo realista es la tecnología que me parecía de otro planeta hace dos horas. Así que no hay magia...sino tecnología. Quizás era un dragón falso. ¡Y ya estoy otra vez pensando en eso! Pero a pesar de todo, me gusta esta nueva teoría, la tecnología no es — ni será — magia, por lo que puedo sentirme un poco más relajada. Tal vez lo que yo creía si que es verdad, ¿al final?
Ahora siguen aquí las dudas sobre que clase de lugar es este, y que hago yo aquí, pero ya las resolveré más adelante. Sobretodo porqué no quiero despertar a Zyra por cosas tan estúpidas. Miro en los estantes a ver si hay algún libro, mas no veo ninguno. Me pregunto si aquí solo habrá lectores electrónicos. Quizás otras cosas. Tal vez ni siquiera hay libros.
Intentando no hacer mucho ruido, preguntándome si debería, abandono la habitación por primera vez desde que desperté. El pasillo es estrecho y, en comparación con las paredes que me rodeaban hasta ahora, apagado y blanco. Hay solo tres puertas más y una al final que supongo que es la salida. Entro en el comedor que también hace las veces de sala de estad. Aquí tampoco hay libros, y la pantalla es más pequeña que la de la habitación, de unas 50 pulgadas, así que supongo que pasará más tiempo allí que aquí. Además, hay una mesa con tres sillas de un estilo bastante moderno, un sofá — blando cual puff — y un ordenador, que en realidad es una proyección, tanto el teclado como la pantalla. Pese a eso me alegra ver que funciona como uno normal, aparentemente.
Lo uso para intentar averiguar a que día estamos, porqué no hay un solo calendario, pero ninguna de las Webs a las que suelo entrar funcionan aquí al parecer, y no tiene reloj alguno. Tampoco encuentro ningún servidor de correo electrónico y me desanimo. No llevo encima mi móvil, obviamente, así que era una de mis oportunidades de poder contactar con alguien conocido. Por otra parte me alegro, ¿que habría dicho? ¿Que no se donde estoy, que no se cómo llegué pero que me saquen de aquí? Intento dejarlo todo como estaba y voy al baño, entrando antes sin querer en la cocina.
Incluso me es complicado entender cómo funciona aquí la cisterna del baño, y el lavamanos. ¿No se supone que cuanto más avanzado, más fácil? Después de eso descubro que no hay más sitios que visitar en la casa, y tampoco me hace mucha gracia salir a la calle con este aspecto. Regreso a la habitación y me siento a ver una de las series, sin muchas ganas. No me apetece que ella descubra que he estado tocando sus cosas. Es más, se que no debería haberlo hecho y me riño a mi misma.
Pocos minutos después llaman a la puerta desesperadamente y mi anfitriona se despierta, eso me hace pensar en que ha ido de poco que no me pillaran cotilleando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario