— Sí, así, bebe un
poco más — La voz que escucho es dulce y tranquila, me serena. Es la de una
chica joven, tal vez de la misma edad que yo o un poco mayor. Tengo un trapo
mojado con agua en la boca, al parecer no podía hacerme beber de un vaso, así
que lo ha hecho de esta manera.
Aprieto con fuerza
los parpados antes de abrir los ojos de nuevo y me pregunto cuanto rato llevaré
inconsciente. Lo primero que veo es a la chica, que tiene un deje de
preocupación en su rostro. Cuando nota que la estoy mirando sonríe un poco.
— Me alegro de que
hayas despertado — dice, y aparta el pañuelo para ofrecerme el vaso de agua. Yo
lo cojo y bebo deprisa y con muchas ganas. La chica se aparta de mi y me
sonríe, abiertamente esta vez. Yo no se que hacer, ella está siendo muy amable
conmigo cuando apenas me conoce. Siento que tendría que darle las gracias, mas
las palabras no me salen.
Observo lo que hay a
mi alrededor con avidez y no tardo mucho en darme cuenta de que eso no es una
cabaña de madera, o si más no, su interior no lo parece. Me encuentro en una
habitación bastante espaciosa, con otra cama de sabanas blancas e impolutas, al
igual que la mía, que me recuerdan un poco a un hospital, mas son lo único. Las
paredes, en contraste son azules y plantas y flores magistralmente pintadas
parecen trepar por ellas. El armario naranja también tiene las puertas
decoradas, con pegatinas de pájaros, al igual que las mesillas de noche. Encima
de la otra cama hay dos estantes con varios objetos que no consigo distinguir,
y supongo que encima de mi cabeza también. Delante de las dos camas hay una
enorme pantalla, quizás de unas ochenta pulgadas, justo al lado de la puerta de
madera, que está cerrada.
Intento incorporarme
mas la chica me lo impide.
— Debes descansar. —
me dice. Se ha vuelto a acercar a mi y puedo observar sus fracciones con
detalle. Tiene el cabello negro como la noche y los ojos claros como el agua
más cristalina. Su piel también es marrón como la del chico que me trajo aquí,
por lo que sus ojos son chocantes en comparación.
Me gustaría ver que
aspecto ofrezco, aunque me lo puedo imaginar. Una chica bajita con la piel
entre morena y roja, los ojos muertos y vestida con un pijama. No quiero
imaginar como estará mi cabello, que necesita que lo peine cinco veces al día
para lucir mínimamente presentable. En un principio era negro como el de la
chica, pero lo he llevado rubio, castaño, pelirrojo rojo y pelirrojo naranja,
así que ahora que el tinte empieza a bajar es una mezcla extraña de todos esos
colores.
— ¿Quieres comer
algo? — cuando esas palabras abandonan su boca recuerdo que fue el hambre lo
que me llevo a este estado y asiento repetidamente con la cabeza. Ella sale por
la puerta y la cierra de nuevo tras suyo, por lo que no puedo ver ni por un
segundo que es lo que hay fuera. Vuelve a los pocos minutos con un plato de
macarrones con queso y un tenedor. Río al notar lo normal que parece todo.
— Yo también voy a comer. Si quieres, me
llamas y te doy más. Soy Zyra. — dicho eso abandona de nuevo la habitación y no
vuelve hasta al cabo de media hora. Le señalo el plato vacío tímidamente y ella
entiende que quiero más.
— ¿No puedes hablar?
— me pregunta. Yo me encojo de hombros. Me he vuelto a llenar el vaso con una
botella que había en el suelo, a mi lado, y ya he bebido tres vasos, mas aún me
noto la garganta un tanto seca. — Pero me entiendes cuando hablo, ¿no? —
Inquiere, y yo asiento con la cabeza. Zyra suspira y va a buscar más macarrones
para mi. Me pregunto cómo le podré pagas su hospitalidad, ya que no tengo nada,
solo un pijama roñoso y...¿ya está? Cuando vuelva a casa — si es que vuelvo —
podría intentar enviarle algo, pero aún así...
Hasta dos horas
después de devorar mi tercer plato no intento hablar. La verdad es que siento
que he perdido la practica, desde que grité cuando caíamos al agua no he vuelto
a abrir la boca, y ahora sí que no se cuantos días han pasado, ni desde que
desperté allí, ni desde que me desmayé hasta ahora. Zyra intenta entablar una
conversación conmigo de nuevo.
— Y bien, ¿puedes
decirme algo de ti? No se, tu nombre, tu edad...
— Me llamo Susan,
pero puedes llamarme Sus, y tengo 17 años. — Hasta yo me sorprendo al
escucharme hablar, he tardado poco a desacostumbrarme al sonido de mi voz.
— Vaya, parece que
si que tienes voz. — Se ríe alegremente y es una risa contagiosa, a los pocos
segundos estoy igual que ella. Descubro que ella tiene 19 años y que vive sola.
No me atrevo a preguntar para quien es la otra cama, no quiero meterme en
asuntos. Tampoco le hablo de como llegué allí ni de todas las cosas extrañas
que me han ocurrido, no quiero que me tome por loca. Hasta que no llevamos un
buen rato hablando no me atrevo a hacerle la primera de las preguntas que ronda
sin cesar por mi cabeza.
— ¿Dónde estamos? —
Ella me mira extrañada y se vuelve a reír.
— Pues en la ciudad,
¿dónde más vamos a estar? — Me contesta, como si fuese lo más obvio del mundo.
— ¿La ciudad? ¿Qué
ciudad? Solo recuerdo son tres casas y mucha arena... — Me mira, esta vez
realmente muy extrañada, pero también veo preocupación en sus ojos. ¿Habré
dicho algo raro?
— Solo hay una
ciudad. Esta. Y no hay mucha arena por aquí. ¿Tienes más hambre? ¿Sed? — Se
nota que quiere cambiar de tema rápidamente. No se que hacer, podría abordarla
pero algo me dice que seguirá evadiendo mis preguntas al respecto.
— ¿Cómo llegué aquí?
A tu casa, me refiero. — Prefiero preguntar otra cosa, dejando de banda el
lugar donde nos hallamos.
— Oh, es verdad. Mi
hermano te encontró. Dice que parecía que te habías escapado de un centro. No
podía tenerte en su piso, pero me pidió si podía cuidar de ti. Debí llamarlo
cuando despertaste. — Y dicho eso sale de la habitación de nuevo y la escucho
hablar por teléfono.
Cuando regresa se
estira en la otra cama, se disculpa diciendo que está muy cansada y me da unos
auriculares que al parecer van sin cable y el mando de la enorme televisión. La
enciendo y observo que el control no es muy distinto al de una televisión
normal, pero la programación es extraordinaria. Hay varios canales, donde dan
programas muy variados en directo, otros donde dan series y películas, incluso
hay canales solo infantiles. Hasta aquí todo muy normal. Hay una gran multitud
de series y películas que elegir para ver cuando tu quieras, también bastante
normal. Lo extraordinario llega cuando te encuentras con un tercer menú. Puedes
elegir la temática, los actores e incluso la banda sonora y los diálogos clave
para crear una película a tu medida, que en seguida está hecha. Tardo bastante
en decidirme, no reconozco ninguna canción, tampoco ningún actor.
La película tarda
quince minutos en hacerse y dura una hora y media. He pedido una comedia
realista, pero parece que aquí lo realista es la tecnología que me parecía de
otro planeta hace dos horas. Así que no hay magia...sino tecnología. Quizás era
un dragón falso. ¡Y ya estoy otra vez pensando en eso! Pero a pesar de todo, me
gusta esta nueva teoría, la tecnología no es — ni será — magia, por lo que
puedo sentirme un poco más relajada. Tal vez lo que yo creía si que es verdad,
¿al final?
Ahora siguen aquí
las dudas sobre que clase de lugar es este, y que hago yo aquí, pero ya las
resolveré más adelante. Sobretodo porqué no quiero despertar a Zyra por cosas
tan estúpidas. Miro en los estantes a ver si hay algún libro, mas no veo
ninguno. Me pregunto si aquí solo habrá lectores electrónicos. Quizás otras
cosas. Tal vez ni siquiera hay libros.
Intentando no hacer
mucho ruido, preguntándome si debería, abandono la habitación por primera vez
desde que desperté. El pasillo es estrecho y, en comparación con las paredes
que me rodeaban hasta ahora, apagado y blanco. Hay solo tres puertas más y una
al final que supongo que es la salida. Entro en el comedor que también hace las
veces de sala de estad. Aquí tampoco hay libros, y la pantalla es más pequeña
que la de la habitación, de unas 50 pulgadas , así que supongo que pasará más
tiempo allí que aquí. Además, hay una mesa con tres sillas de un estilo
bastante moderno, un sofá — blando cual puff — y un ordenador, que en realidad
es una proyección, tanto el teclado como la pantalla. Pese a eso me alegra ver
que funciona como uno normal, aparentemente.
Lo uso para intentar
averiguar a que día estamos, porqué no hay un solo calendario, pero ninguna de
las Webs a las que suelo entrar funcionan aquí al parecer, y no tiene reloj
alguno. Tampoco encuentro ningún servidor de correo electrónico y me desanimo.
No llevo encima mi móvil, obviamente, así que era una de mis oportunidades de
poder contactar con alguien conocido. Por otra parte me alegro, ¿que habría
dicho? ¿Que no se donde estoy, que no se cómo llegué pero que me saquen de
aquí? Intento dejarlo todo como estaba y voy al baño, entrando antes sin querer
en la cocina.
Incluso me es
complicado entender cómo funciona aquí la cisterna del baño, y el lavamanos.
¿No se supone que cuanto más avanzado, más fácil? Después de eso descubro que
no hay más sitios que visitar en la casa, y tampoco me hace mucha gracia salir
a la calle con este aspecto. Regreso a la habitación y me siento a ver una de
las series, sin muchas ganas. No me apetece que ella descubra que he estado
tocando sus cosas. Es más, se que no debería haberlo hecho y me riño a mi
misma.
Pocos minutos
después llaman a la puerta desesperadamente y mi anfitriona se despierta, eso
me hace pensar en que ha ido de poco que no me pillaran cotilleando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario