No, no, no, no. No
puedo hacer nada más que desear que esto sea una horrible pesadilla. Por más
que intento ignorarlo, el dolor que provoca la añoranza me acongoja el corazón.
¿Cuanto más durá esto? Necesito respuestas. Zyra no quiere hablar del tema,
Mark me trata como a una cría de 9 años y sus compañeros de...de lo que sea que
es esto no me inspiran mucha confianza.
— Necesitamos que
nos hables del trabajo de tu madre. Eso podría agilizar las cosas. — me dice la
mujer, quien aparentemente es la líder, o algo por el estilo.
— ¿De que hablas? — le inquiero, molesta. Mi
madre estudió enfermería pero lleva seis años sin trabajo. Desde hace cuatro,
se dedica a escribir libros sobre seres fantásticos y magia y aunque su carrera
como escritora no ha despegado del todo, ha publicado un par, y la crítica la
considera una eminencia en el tema, pero a los lectores no le han gustado.
Decido contestar evadiendo su pregunta inicial. — Pues ella es algo así como
una escritora. Nunca he leído ninguno de
sus libros, pero creo que van de hadas...
— ¡No te hagas la
imbécil! — me gruñe uno de los hombres. Me saca dos cabezas y hace el doble que
yo, su voz es grabe y tiene los ojos y el cabello negros como el carbón. Me
gustaría poder alejarme de él en seguida. Antes no había reparado mucho en él
porqué, quizás al ser tan oscuro, se camuflaba en las sombras.
— Ant, déjala en
paz. — le ataja la mujer. Es irónico. Que un hombre tan enorme se llame
hormiga... — ¿Sabes algo de su investigación sobre la magia y la cúpula, sí o
no?
— Ni siquiera se lo que
es. Mi madre dejó de hablarme de esas tonterías a los seis años, cuando vio que
le hacía tanto caso como al vuelo de las moscas. — esta vez estoy siendo
totalmente sincera, pero siento como seis pares de ojos me miran con
incredulidad.
— ¿Me estas diciendo
que el viaje no ha servido de nada? — farfulla Mark, mientras le da una patada
a una caja. — Ya sabía que habíamos perdido cuando ellos se la llevaron antes
que nosotros y quemaron la casa, pero esperaba que tu pudieses aportar algo. —
Se estira del cabello y no puedo evitar reírme, tiene una pinta bastante
ridícula. — ¿De que mierda te ríes? ¡Acabo de decir que a tu madre se la
llevaron los malos!
— ¡Pues seguro que
está mejor allí que contigo! — le grito, aunque se que algo no está bien en
esto. Quizás los malos sean ellos, es más, tienen toda la pinta, pero el hecho
de que mi madre no esté a salvo me asusta. Pensar que ella y mis padres estaban
bien me ha servido para aguantar — más o menos — hasta ahora, pero ya no se que
creer. Además, a mi me sacó él, y a mi madre otra o otras personas, sean
quienes sean, pero al parecer no puedo saber si mi padre se salvó del incendio.
No se en que momento he empezado a correr pero me alejo del almacén sin seguir
ningún camino en particular. Vuelvo a llorar de nuevo. Me gustaría poder
controlar mis emociones. No llorar, no sentirme mal, no estar triste, no tener
miedo. Pero también me gustaría que fueran más intensas, que quemasen, para así
olvidar todo lo que no sea eso y abandonarme a la locura absoluta, donde el
dolor no duele.
No corro mucho más,
la otra mujer se para delante mío saliendo de una calle lateral a la que yo
estoy siguiendo y me acorrala contra una pared.
— Vamos relájate —
me dice, y me sonríe. Parece tener unos 30 años y tiene una sonrisa amable pero
cansada. Me tiende un pañuelo y espera a que me seque las lágrimas. — Se que a
los demás no les gustará que te lo cuente todo, pero podemos dar una vuelta,
hablar. — Su sinceridad tampoco me da buena espina. No es como si quiera
desconfiar de todos pero... en verdad si que quiero. A partir de este momento
solo confiaré en mi y quizás en Zyra. Aún así asiento con la cabeza. Me
gustaría saber porqué estoy aquí, por que ellos quieren a mi madre, porqué hay
más personas que la quieren.
— Nosotros nacimos y
nos criamos aquí, todos menos Ant y Silva. Ellos vivían en el exterior cuando
eran pequeños. Mira hacía arriba. — Lo hago, observo el cielo de este lugar por
primera vez, al menos con detenimiento. Y me doy cuenta de que no hay
diferencia entre el de la arena y este. Por encima de nosotros se alza un
cristal casi transparente, a bastante más altura en este caso. — Ese cristal
que rodea todo lo que hay desde el inicio de las arenas hasta un punto que aún
no hemos descubierto está hecho para encerrarnos y controlarnos. — Yo la miro
sorprendida por esa revelación y quiero preguntarle a que se refiere, pero no
puedo, ya que sigue hablando — Solo las personas viejas saben su porqué, pero
prefieren vivir ignorándolo, piensan que aquí tienen una buena vida y que no se
pueden quejar. Pero Ant y Silva no, ellos recuerdan perfectamente y añoran su
corta pero especial vida fuera de aquí. Los demás, Neil, Mark, Michel y yo,
somos personas que dimos con ellos cuando empezamos a preguntarnos si era
normal la existencia de ese cristal allí. No encontrábamos nada en los
archivos, ni nadie nos hablaba de ello por más que preguntábamos. Encontramos a
nuestros compañeros más viejos casi por casualidad. Nos contaron que fuera de
esta cúpula cuadrada, o eso suponemos que es, hay millones de personas,
personas que olvidaron nuestra existencia. No pueden ver este lugar, es como si
no existiera. No sabemos porqué nos tienen aquí encerrados, pero si sabemos el
porqué. Todos los que estamos aquí somos o descendemos de magos, y ese cristal
detiene nuestros poderes.
— ¿Magos, poderes? —
Inquiero, escéptica, cuando llegamos a la parte menos creíble de la historia.
Que ya de por si no lo es mucho.
— ¿No me crees? Lo
respeto. Como ya dije, todas las personas del exterior olvidaron nuestra
existencia. Pero hay algunas personas, entre ellas tu madre, que saben algo.
Ella fue, sin duda, la más ingeniosa. La que pudo ponerse en contacto con
nosotros. La que dijo que sabía la verdad y conocía la manera de romper el
cristal y sacarnos de aquí. También nos contó que para eso tenía que entrar, y
que cierto día, el día en que te trajimos aquí, habría una fisura y que uno de
nosotros podría salir y volver a entrar con ella.
— ¿Con un dragón? —
pregunto, molesta y totalmente reacia a creer lo que me dice.
— Eso no era un
dragón. Era un robot cambiante. Tomó la forma que Mark creyó más eficaz para
realizar la misión. Aunque al parecer Mark no parece muy eficiente cumpliendo
misiones.
— Ese lo único para
lo que sirve es para hacer el idiota. — digo, aunque se que al ser compañeros y
amigos quizás le molesten mis palabras. Ella simplemente ríe de forma amarga.
— No es mala
persona. Estará cansado y se sentirá decepcionado consigo mismo. Intenta
entenderlo, él está intentando entenderte a ti.
— No hay mucho que
entender en mí. Solo quiero volver a casa y ya. — No me he dado cuenta, pero la
mujer, quien aún no ha dicho su nombre, me ha llevado de vuelta al almacén.
Ya no hay nadie.
Miramos por todas partes y al parecer la reunión se ha disuelto. Me encanta, realmente
me encanta. Ahora que ya no les sirvo de nada, da igual si me pueden llevar o
no a mi casa. Tampoco me van a decir si saben algo de mis padres, al parecer.
— Mark también se ha
ido. ¿Tienes donde quedarte? — asiento con la cabeza, pensando en la casa de
Zyra, aunque no se si puedo volver. — ¿Sabes llegar? — vuelvo a asentir, pese a
que no estoy muy segura de eso. — Pues yo me tengo que ir.
Y sin más me quedo
sola en ese laberinto de almacenes y empiezo a preguntarme si llegaré a volver
algún día o si simplemente se olvidarán del tema y me tendré que quedar aquí.
Se que la que ha huido soy yo, pero aún tengo muchas preguntas que no han
recibido respuesta. La historia que me ha contado esa mujer, me niego a
creérmela. Para empezar, me gustaría creer todas y cada una de las versiones
que se me han ocurrido antes — que estoy muerta, por ejemplo —, que creer que
estoy encerrada en una cúpula porqué mi madre quería liberar a unos magos.
Camino hacía donde
creo que estaba la estación de autobuses, pero no hay nada. Doy media vuelta y
necesito tres intentos para hallar el lugar. Me siento en la parada a esperar.
Miro hacia arriba, hacia el gran cristal que separa este lugar del cielo, y me
pregunto cómo cualquier persona puede vivir aquí debajo.
Se me escapa de
nuevo una lágrima. Es todo tan...horrible. Me gustaría que no me hubieran
detenido cuando eché a correr. Terminar en ninguna parte sin saber nada y creer
que tengo algo de control sobre mi vida. Empiezo a darle golpes con fuerza a
todo lo que me rodea. Tengo mucho más miedo del que había sentido antes, tal
vez porqué cada vez se hace más real la parte de no poder volver, tal vez
porqué no me gusta no saber donde están mis padres, que ha sido de ellos.
Quizás porqué tengo una duda enorme que nadie puede responder porqué jamás
sería capaz de formularla sin arrojar con ella todo el odio, el dolor y el
miedo que habitan en mi ahora mismo.
Cuando llega el
autobús me obligo a mi misma a subir, aunque eso es aceptar que seguiré a Mark
y que, estaré haciendo lo que ellos quieren, aceptando que creo en sus
palabras. No tengo un solo céntimo, pero entonces veo que es gratis, o eso
parece. Mejor, no necesito más problemas.
Me bajo nada más
llegar a la ciudad. Quizás no necesite regresar allí obligatoriamente. De todas
formas, si regreso a mi casa encontraré una mejor forma de agradecerle a Zyra
que si me quedo con ella y sigo molestando.
No puedo
concentrarme en solo andar. Tengo que mirar cada dos por tres hacia arriba,
hacia ese cristal. Sabiendo lo que se esconde detrás, ¿cómo sigue la gente con
sus vidas?
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